domingo, 6 de marzo de 2011

LOS NÚMEROS Y LAS TABLAS



El verdadero drama de nuestro tiempo de modernidad es que los números nos han invadido por completo.
Nada tiene que ver aquí el meritorio valor de la Matemática.  De ser así, se la disculparía.
Todas las manifestaciones de nuestra vida quiérase o no están regidas por los números. Empezando por los primos, y siguiendo por los de la suerte, los secretos o los públicos.  El de la vez en la fila. Y los rojos, altamente peligrosos según a quién correspondan.  Y el indiscreto 'No sabe/No contesta', tan en boga últimamente.
Hoy cobra especialísimo interés un simple 110.  Tal, que si nos descuidamos va a marcar el antes y el después de nuestras vidas. Pobres cientos diez que empiezan su andadura con el rechazo de los protestadores de la cosa gubernamental. Otro Fuenteovejuna contra el comendador, señor. 'Todos a una'.
Total, un numerito simplón se presenta nada menos que como indicador de tendencia de voto?
De cambio de ideología? De modificador de conductas?
No doy crédito a la información que me bombardea: La estadística es número puro y si me la creo, tomo nota  de cuán frágil es nuestra conciencia colectiva dejada a merced exclusivamente de esos  miserables rabiosos índices de velocidad en autopista. Los cuales no me permitirán ahorrar ni un euro y a cambio me dan argumentos para cargar tintas contra Zp y sus muchachos, que, ¡hombre! no hay manera de que acierten. Ni aun por esas.
La ortodoxia de las señales en el horizonte electoral desvía mi mirada  hacia esa cercana heterodoxia practicada por la desbocada oposición, en estos momentos más ocupada en echar por  tierra todas y cada una de las iniciativas de ahorro que proponga el gobierno, que en 'discurrir' otras alternativas. Si en ello descansa su  imparable subidón en la gráfica estadística, habrá que echarse otra vez en brazos de los números que nos tienen a su antojo. Sobre todo los porcentajes que ya parecen ser de nuestra propia sangre. Los tratamos con verdadera afección.
En tanto la primavera prepara su vestimenta verde exultante , los campos trillan poco a poco el hielo que los endureció.
Todo sigue despejado.  Igual. Pero cuando los presentes huelen a fin, se recubren de una impenetrable capa de dudas, tan densas como nubarrones compactos.

No quiero pensarlo por más que me lo  recuerde  Julio.

1 comentario:

  1. Qué bonito sería que el gobierno no se equivocara nunca y que la oposición arrimara el hombro en situaciones tan dificiles, olvidandose de colores y rencillas.
    Si presumen de patriotas deberían serlo por encima de intereses partidistas, ¿No?.

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