viernes, 2 de septiembre de 2011

A SOL QUE LA LUNA QUEMA

LA



Zapatero se ha portado como lo que es: Como un gran campeón.
Nadie discute que el juicio polivalente de los usuarios lo pondrá, al presi, donde  considere, si en la picota o en las alturas. Allá cada cual como le vaya.  Ni quito ni pongo rey.
Esto, en cuanto al inédito por insólito pacto para dar un retoque a la Constitución.
El otoño que cabalga viniéndose encima verá un fin de verano caliente, pero que muy caliente.
Más que nada si a algún extrafino/a  le da por  arremeter  contra las leyes de carácter social  que tanto impulsó, el presi, y que la apisonadora del desgaste, la oposición ahora triunfante en muchas autonomías,  machacará sin contemplaciones hacia la igualdad y hacia los derechos civiles.  Tan bien habían sentado a la ciudadanía,  tan bien encajaban, que ya formaban parte de nuestro propio circuito común, de nuestro propio ser. 
 ¡Ah, pero el verano terminará calentito, lo sé!
La derecha financiera, tan subliminal y los mercados poderosos, de sobra pragmáticos, parece que callan. Callan y por poco otorgan,  disimulan.  O están más que nada expectantes para dar el salto mortal  de un momento a otro. Entonces asitiremos a otra fiesta de disfraces, en que los firmantes del pacto, los votantes, los aspirantes, los inquietantes, los conformistas y los indignados, ejercerán su derecho a sacar a bailar a quien elijan de pareja.
Eso, porque estamos en verano. Aún apetecemos los rayos del sol y el calorcillo. Y porque en el fondo lo que nos sobra es sen-si-bi-li-dad.
Andan por entre bambalinas las desdichadas muertes de dos jóvenes a quienes se llevó por delante un estrambótico estramonio.
Yerbas. Yerbas malas y peores moralinas las que han originado entre los opinadores de turno, no precisamente peritos en opinar.
Otro rato volveremos a ello, cuando se cierna el penúltimo sofocón veraniego.
El curso ya ha empezado, empero.













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